La revolución ciudadana, un proyecto fracasado
- Unidad Popular Ecuador
- 24 mar 2016
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El gobiernista diario El Telégrafo publicó hace pocos días una larga entrevista a René Ramírez, secretario nacional de Educación Superior, Ciencia y Tecnología de Ecuador, en la que analiza la gestión desarrollada por los denominados gobiernos progresistas de la región, entre ellos el ecuatoriano, por supuesto. Ramírez se aleja un poco del discurso que a diario expone Rafael Correa, que pondera la realización de enormes cambios estructurales en el país; por el contrario, señala que “recién (se han) generado las condiciones necesarias para hacer una transformación”, y que “no se ha generado todavía el cambio estructural”. El motivo para ello no solo se debería a la falta de tiempo, sino a ciertos errores o ausencias de acción para la transformación.
¿Cuáles serían esos errores o ese error fundamental? Para Ramírez el problema está en que los gobiernos progresistas ‘solo’ se preocuparon de la redistribución y no de la distribución (de la riqueza). Con esa forma de plantear las cosas, su aparente actitud crítica queda en nada. En otras palabras, señala que el error (de esos gobiernos) fue hacer lo que ellos siempre creyeron que se debe hacer y que para corregir hay que seguir haciendo lo mismo. Sí, ni más ni menos a eso se reduce la sabiduría del secretario de la Senecyt.

Cuando se revisan los materiales ideológicos de Alianza País y los discursos de ese orden de los principales expositores en la región de lo que se denomina el “socialismo del siglo 21”, queda por demás claro que –según ellos- la vía para alcanzar la equidad social es adoptando medidas orientadas a la redistribución de la riqueza. Este pensamiento, no obstante que procuran mostrarlo como nuevo, no solo tiene viejas raíces sino que reproduce en forma casi textual los puntos de vista de los reformistas europeos de finales del siglo 19. Eduardo Berstein y Carlos Kautsky son los principales portadores de esos planteamientos contrarrevolucionarios en ese entonces, que aún tienen seguidores en nuestros días.
Ramírez intenta un juego de palabras entre “redistribución y distribución de la riqueza”, como si el segundo concepto significaría una acción política más radical o revolucionaria, pero una y otra responden a una visión sistémica, es decir, a la supuesta búsqueda de “reducir las desigualdades y mejorar la calidad de vida de la población” sin afectar la estructura misma del sistema capitalista imperante.
En otras ocasiones hemos señalado ya que la inequidad social no está determinada por los niveles de distribución y aprovechamiento de las riquezas, debido a que –en toda sociedad- las formas y los márgenes de distribución de las riquezas son la consecuencia o el resultado de cómo está organizado el proceso de producción y, en función de ello, cómo cada clase social se aprovecha de una parte del fruto de la producción.
Por ello, la doctrina del socialismo no gira en torno al tema de la distribución de los medios de consumo; pone acento en la necesidad de aplicar medidas conducentes a la socialización de la propiedad sobre los medios de producción. Si las condiciones materiales de producción fuesen propiedad colectiva de los propios obreros, esto determinaría, por sí solo, una distribución de los medios de consumo distinta de la actual, señala Carlos Marx.
Quienes pregonan la distribución de la riqueza como medio para reducir las desigualdades –ojo que no hablan de ponerlas fin-intentan rebajar al máximo los objetivos finales de la lucha de los trabajadores y los pueblos, puesto que deberían limitarse a modificar el régimen de distribución, a lograr un salario más alto, a lograr alguna reforma, y no a conquistar el poder para poner fin al sistema de explotación y construir una sociedad sin clases.
Hace casi un año, cuando el Gobierno armó el sainete del supuesto “Diálogo Nacional”, que en realidad tenía el propósito de bajar la intensidad de la protesta social, otro de los “ideólogos” de la revolución ciudadana, Pabel Muñoz, no tuvo problema en señalar que la política gubernamental persigue “que el Ecuador avance a un capitalismo moderno”, lo que releva de todo análisis para demostrar que los “socialistas del siglo 21” no son socialistas, sino adoradores del capitalismo. En la entrevista en mención, de alguna manera Ramírez deplora que no hayan logrado ese propósito, pues, “lamenta” que en estos años "la región ha vivido (casi en su mayoría) un proceso de profundización de su estructura primaria exportadora y secundaria importadora”. Es decir, el mismo desarrollo capitalista propuesto ha quedado a medio camino.
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