No lo hagas, es raro
- María Belén Moncayo
- 23 mar 2016
- 5 Min. de lectura
Todxs hemos visto aquel comercial de televisión en el que una voz en off femenina le recrimina a un hombre que está solo -en la privacidad de su baño-, el que se esté tocando la axila; después de haberse aplicado el desodorante. La voz dice: “No lo hagas, es raro”. Y él, así se siente tras el regaño, raro. Esta escena bien podría ser la metáfora de la injerencia nefasta y violenta que la representación simbólica -ejercida por el poder político y el del mercado- hace sobre la vida del pueblo.
Por: María Belén Moncayo*
Una representación -de cualquier índole- crea inmediatamente un imaginario y este a su vez provoca una respuesta cultural; una actitud política, en la que siempre e indefectiblemente es el cuerpo -entendido como el contenedor integral de la identidad- el que se expresa individual o colectivamente, desde su escala de valores; y manifiesta una amplia gama de estados de ánimo.
En el Ecuador contemporáneo -parte de la aldea globalizada- la representación simbólica ha alcanzado altísimos niveles de exquisitez, solamente comparables en intensidad con el calibre de violencia que produce sobre los otros y las otras. Ensayo a continuación algunos ejemplos en los universos social, cultural y político:
EN LO SOCIAL
El reciente caso de las jóvenes argentinas muertas por femicidio ha puesto en evidencia una certeza y una pregunta: García Moreno está vivo ¡carajo!, ¿Alfaro Vive?; es decir, ¿el libre pensamiento es tal en el Ecuador del 2016? Lo pongo en duda ya que gente de la nueva generación es quien nuevamente ha traído a colación las etiquetas de malos padres, mujeres solas y ofrecidas, valores morales perdidos e irresponsabilidad en la defensa personal.
La red social se ha convertido -por otra parte- en el espacio perfecto para el blanqueamiento de clase. Personas que tienen vergüenza de su apellido indígena o afro y maquillan todo su ser en una evidente emulación de una estética mainstream y foránea; circunstancia que no sería grave si tan solo fuese una cuestión de ser fashion. El problema radica en que esta alienación rampante pone al capital sobre el ser humano, hasta convertirlo en un pedazo de carne que únicamente consume, y lo anula al punto de que no sea capaz tan siquiera de ser real y gritar un: “me da la gana de ponerme Andy Pandy y de ser frívolo…¡punto!”. No, esta higienización social conlleva, evidentemente, una corrección política y una obediencia civil encarnizada hasta la médula.
EN LO CULTURAL
Desde tiempos inmemoriales se nos ha impuesto en el espacio público, a nivel nacional, una estética ultraconservadora en unos casos o insoportablemente nacionalista en otros. Serios estudios han concluido cuán nociva es la presencia de monumentos y loas a la madre. Basta con equiparar la rimbombancia de cada uno con la cifra de adolescentes embarazadas en la localidad donde se encuentran asentados.
Y cuando esa madre -en la infinita mayoría de los casos violada e indigente- trae sus hijos al mundo, estos se convierten en lustrabotas; inmortalizados como la escoria de la sociedad por paradigmas colonialistas y socialcristianos, en esculturas de bronce, ubicadas en una calle cualquiera de Guayaquil; y bautizadas con nombres populistas.
Estos zarrapastrosos necesitan un boy scout mesiánico que los “salve”, los “rescate” de la calle, les “devuelva” la dignidad y sean “representados” en un mural de estética guayasaminesca; empotrado en la fachada de la Fiscalía y firmado por el pintor oficial del régimen: el nuevo rico.
Pero no basta con un montón de baldosas sufrientes, es necesario tocar las fibras más íntimas y sentimentaloides del rebaño. ¡Qué mejor que hacer cine! Películas de ficción y documentales que suscriben al pie de la letra el relato gobiernista, hechas con dinero público, desde una mirada pequeño burguesa, urbana y harto limitada; cuyos directorxs van a premiarse y a felicitarse entre sí, con premios creados -así mismo- con fondos públicos. Endogamia pura y dura.
EN LO POLÍTICO
La plataforma donde el cuerpo -en toda su dimensión- está mega explotado, y no precisamente desde una consideración progresista, sino todo lo contrario. “Mi pluma lo mató” se ha convertido en un: “¡Te voy a sacar la mierda, maricón, hijo de puta!”. No es mi afán suscribir el enciclopedismo y la ilustración -y menos aún los buenos modales- como sinónimo de buen vivir (eso se lo dejo a los hinchas de la LDU quienes se ratifican en que serlo da cuenta de su “racionalismo”); como tampoco lo es satanizar la red social como ejemplo de miseria humana. Lo que persigo es reflexionar sobre el hecho de que lxs políticxs y una enorme cantidad de ciudadanxs de a pie, no parecen estar dispuestos a debatir dialógicamente ideas; están más bien avocados a una emisión de comentarios reactiva, visceral, carente de argumentos e investigación sobre lo que anotan. Efervescencias que delatan, por un lado las grandes dosis de valentía que proporcionan un motón de píxeles del cyberespacio; y por otro, la vacuidad de las intenciones de una transformación social real.
Conocido es que los infantes necesitan tocar, oler, comer y nombrar sus heces y orina como parte del proceso de afirmación del yo. Ergo, somos un pueblo políticamente infantilizado, inmaduro; que ha convertido el teclado o el micrófono en armas blancas y negras, difusoras de aburridos epítetos coprofágicos, escatológicos, LGBTI fóbicos y misóginos. La premisa es: a mayor volumen del insulto (sea escrito o dicho a viva voz), mayor el tamaño del falo. Y este desborde de testosterona, patéticamente está siendo asumido por algunas mujeres que creen ser feministas al asumir un lugar de “astucia” y “creatividad” en la vejación a los otros; especialmente si son hombres. Amparadas en un: “Por ser mujer no tengo porqué ser dócil”, es decir, una confusión total entre la sumisión y el sentido común. No se trata de una correlación binaria de fuerzas entre lo masculino y lo femenino, se trata de escuchar, por ejemplo, a los infantes; los únicos capaces de sacar de su boca un pedazo de galleta y ofrecérsela al otro en un acto de amor incondicional. El adulto se asquea con esta escena, pero no lo hace con su propia agenda de glorificación del odio a todo lo que considera diferente.
¡Ay de ti que quieras hablar de estos temas con tus amigos “lxs progresistas”! Sobre lo social te citarán a tres autores posmodernos que han oído mencionar. Acerca de lo cultural te dirán de frente que estás loca y te declararán persona non gratta. Y en lo que respecta a lo político “interlocutarán” sobre lo que es “CORRECTO”, con la sabiduría propia del Profesor Jirafales y la humildad de Rumpelstinski. Con correcto se refieren a que todo se soluciona en las urnas, con el voto. Ante cualquier intención de desobediencia civil te dirán: “No lo hagas, es raro”, ve más bien a aplicarte la pomada íntima “de las niñas bien”…comercial de TV que también todos hemos visto.
*MALCRIADA TOTAL PRODUCCIONES “All you need is desobediencia civil”
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