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Ellos son menos, muchísimos menos

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  • 4 mar 2016
  • 3 Min. de lectura

¿Estamos todos?, dirá el mandatario en algún fogoso discurso. Y le responderán SÍ nada más que unos pocos obsecuentes (dan ganas de decir: cuatro pelagatos); el resto se habrá ido, así como se fueron decenas de militares, en señal de rechazo, del acto por la celebración del día del Ejército, el pasado 26 de febrero. Y aplaudirán lo más fuerte posible los obsecuentes que, siendo ya muy pocos, tendrán el mismo o mayor temor que su líder máximo, pues al parecer ya no les creen como antes, al parecer ya no son tan importantes y amados como creyeron ser durante casi una década. Y aplaudirán y aplaudirán… pero la credibilidad no volverá.


Difícil que la tendencia que mostró CEDATOS en cuanto a la aprobación a la gestión del mandatario se revierta. Según la encuestadora, la aceptación ha caído, desde el 68% con la que comenzó en 2007, a 40% en febrero de 2016; mientras que quienes desaprueban la gestión de Correa han crecido de un 25% que eran en el 2007 a un 51% en el mismo mes de 2016.


Con justa razón, líderes de izquierda dicen que lo que hace Rafe Correa hasta que llegue el día de entregar la banda presidencial a su sucesor, es preparar la huida. Y que esto no se entienda solo en términos judiciales, sino sobre todo políticos: huye de la derrota sufrida en las calles, por los trabajadores a los que maltrató con tanto empeño en todo este tiempo, y a los que aún pretende esquilmarles derechos, tanto por el lado de las reformas laborales como por el de los cambios a la seguridad social. Huye de los pueblos y nacionalidades indígenas, de los campesinos, a quienes no deja de tratarlos como inferiores, como seres a los que hay que apadrinar en todo, porque no tienen capacidad de pensar y actuar por sí solos, a quienes basta comprarlos con unos cuántos borregos para que dejen de reclamar respeto, inclusión, libertad.


Y a propósito de los borregos (nos referimos al ganado ovino), también han sido víctimas de la “revolución ciudadana”, su imagen se ha visto afectada al ser usado su nombre genérico para identificar a una militancia sanduchera, que cada cierto tiempo espera bajo el balcón, agitando banderas de un color que a estas alturas ya fastidia a muchos, a ver si les cae alguito, para seguir llamando a eso: “revolución”. Pobres borregos; ¡y pobre sánduche!, porque a estas alturas, a nadie le gustaría ser visto comiendo este alimento por las inmediaciones de la Plaza Grande…


El Presidente prepara la huida también de las mujeres, a las que siempre consideró salidas de su costilla, o de la costilla de alguien casi tan poderoso como él. A las que no solo insultó, persiguió, enjuició, encarceló por no ser como el estereotipo que la “revolución” demanda: sumisas, sino que trajo a gorilas turcos para que las golpeen brutalmente, frente a policías y militares ecuatorianos que quedaron en ridículo, pues o fue cobardía u orden superior, pero se los vio inferiores, sin autoridad, sin pisca de patriotismo para defender a mujeres ecuatorianas que estaban siendo maltratadas frente a sus ojos, en suelo patrio.


Haaa… y los policías y militares sí que han sufrido más de un golpe a su dignidad en estos años, no solo con el vergonzoso episodio del 30S, que ahora quedó solo como marca patentada de la propaganda oficial, sino por tratarlos como cascos, sin capacidad de reflexión, sin derechos. Por mandarlos a aguantar palos y piedras de enfurecidos estudiantes hasta lograr que uno de los uniformados (mejor si es mujer) salga herido, y mucho mejor si hay video que lo confirme, para poder llamar salvajes a los protestantes durante la sabatina, para decir que es el MPD el culpable de todo, para mostrarse otra vez como el gran jefe.


Los jóvenes, que seguramente por la idea de que son salvajes no tienen derecho a ir a la universidad, a elegir libremente su futura profesión, han sido el sector social tal vez más pisoteado; se los ha enclaustrado en unidades educativas llenas de cámaras y cercas, que más bien se parecen a los famosos Centros de rehabilitación Social, creados también por la “revolución”, con capacidad para albergar a una población carcelaria cada vez mayor, no por generación espontánea, sino por la grave situación social creada por la meritocracia. Los jóvenes criminalizados, encarcelados, golpeados, reubicados, suspendidos, que han empezado a levantarse para dar luz a la esperanza siempre viva de la patria.


¿Estamos todos?... Repito: ¿Estamos todos?... ¡que alguien llame a Jorge, a Ricardo, a Alexis! ¿Será que huyeron ya? Tomado de: EDITORIAL Periódico Opción Nº 320

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