Erdogan no es bienvenido a nuestro país
- EcuadorLibreRed
- 4 feb 2016
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El presidente de Turquía, Recep Tayip Erdogan, visitará Ecuador los días 3 y 4 de febrero. El encabeza un régimen que ha establecido una política de guerra y exterminio en contra del pueblo kurdo y de violenta represión en contra de sus opositores.
En octubre del año pasado, 2 niños de 12 y 13 años de edad fueron detenidos en la ciudad kurda de Diyarbakir por destruir un cartel de la imagen del presidente de Turquía, Recep Tayip Erdogan. El fiscal de esa localidad pidió penas de cárcel para los chicos que, de acuerdo a su código penal, pueden ir de 14 meses a cuatro años por “socavar la imagen” del jefe de estado. Por esos mismos días, otro chico de 15 años de edad también fue detenido por “insultar” al mandatario.
Esos casos –que no son los únicos de ese estilo- se parecen mucho al ocurrido en nuestro país en mayo del año pasado, cuando las fuerzas de seguridad y el mismo presidente Rafael Correa arremetieron en contra de un joven que dio un “yucazo” cuando la caravana presidencial se movilizaba por una calle céntrica de la capital. Como es costumbre, en la sabatina siguiente al suceso, Correa sometió al escarnio público al joven estudiante.
Según la lógica de Erdogan, quien no está con él está en su contra y debe ser combatido; Rafael Correa piensa de la misma manera, y no pierde la oportunidad para acanallar de manera pública a sus oponentes políticos, que son ubicados en el papel de enemigos de la patria. Erdogan califica a sus opositores como terroristas o cómplices del terrorismo; en nuestro país las acusaciones de sabotaje y terrorismo afectan a más de 600 compatriotas. Quien critica a Erdogan es un infiel, quien critica a Correa es un sufridor enemigo de la revolución ciudadana.
Erdogan y Correa –ambos economistas- tienen mucho en común por eso se consideran amigos. El primero lleva más de una década en el poder; el segundo 9 años.
Hay muchas cosas condenables que ocurren en ese país ubicado una parte en Europa y otra en Asia, en las que el jefe de Estado tiene responsabilidad directa. Por ejemplo, la sistemática guerra desatada en contra del pueblo kurdo que ha provocado la muerte de más de 400 personas en recientes semanas y de algunos miles en estos años.
A varias ciudades kurdas como Cizre, Silvan, Nusaybin, Dargeçit, Silopi y Yüksekova, el gobierno turco las mantiene bajo el régimen del toque de queda. Decenas de civiles han sido asesinados en ellas por las fuerzas de seguridad turcas que, a su vez, obligan que sus habitantes las abandonen, de lo contrario son considerados terroristas. Más de 200 mil personas han migrado de las zonas de conflicto y el número aumenta a medida que pasan los días.
Por ese motivo, 1158 profesores-investigadores, docentes e intelectuales firmaron un manifiesto que se hizo público el pasado 11 de enero bajo el título: “¡No seamos cómplices de este crimen por nuestro silencio!”. En él denuncian las repetidas violaciones a los derechos humanos y la “masacre deliberada y planificada” en contra del pueblo kurdo. Al día siguiente de su publicación, Erdogan los acusó de traición y de apoyar al terrorismo, y el Consejo Superior de las Universidades de Turquía (YÖK), cuya dirección es nombrada por el poder, ha dicho que “hará lo necesario” contra los firmantes de esta “petición apoyando el terrorismo”. Algunos docentes han sido detenidos e interrogados.

Aunque ahora existe un acuerdo entre el gobierno turco y los Estados Unidos para que el gobierno de Washington utilice una base militar en sus ataques militares al Estado Islámico, hay varias denuncias de los nexos y acuerdos del gobierno turco con EEUU.
Tras el derribo del bombardero ruso Su-24 en la frontera siria, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, aseguró que “el petróleo producido en los lugares que controla el Estado Islámico es suministrado de forma masiva hacia Turquía”, y que la decisión de derribar el avión ruso se la tomó para “proteger esas vías de suministro del petróleo hacia Turquía”.
El Partido del Trabajo de Turquía (EMEP), hace pocos meses, denunció que frente al Estado Islámico el gobierno turco tiene un doble discurso y comportamiento. El Estado Islámico preparaba acciones en estrecha relación con Turquía, la primera de ellas, ocurrida el 5 de junio pasado, ejecutada por una persona que había sido detenido y puesta en libertad para que cumpla con esa acción. Otra acción en la que se establece ese acuerdo fue la masacre cometida por los yihadistas del EI que llegaron a Kobane a través de Turquía y ametrallaron a todo el que se encontraba en su camino, asegura el EMEP.
Además, califica a Turquía como “hermana” del Estado Islámico en el plano ideológico. “Aunque los EEUU habían organizado una coalición contra el Estado Islámico y empezado a bombardear sus posiciones, Turquía continuó ayudando a esa organización. Las relaciones con la ‘oposición’ siria, establecidas con el Ejército Sirio Libre, han seguido con Al Nusra y continuado con el Estado Islámico en todos los territorios donde éste ha conquistado las posiciones que tenían otros. Turquía no sólo se ha hecho cargo de sus combatientes y atendido en los hospitales de Gaziantep, Urfa, y de Hatay, sino que además ha facilitado a las hordas islamistas toneladas de armamento mediante caravanas de camiones. Turquía cerraba los ojos ante el hecho de que sus fronteras del sur eran auténticos coladores de hombres y material, como lo demuestran los vídeos grabados durante la guerra de Kobane, en la que fueron atacados, directamente en territorio turco, los silos de la Oficina de Productos (TMO)”.
El presidente turco ha establecido una política de guerra y exterminio en contra del pueblo kurdo y de violenta represión en contra de sus opositores. Al tiempo que ha impulsado una política calificada como de modernización de su país, aplica también una apertura al islam tradicional, lo que le ha valido el señalamiento de que quiere establecer un régimen confesional. La utilización del sistema judicial para reprimir a la población y afirmar su control político es constante, para lo cual no faltan las falsas acusaciones.
Últimamente muchos empiezan a calificar a Erdogan como El Sultán, ubicándolo en el plano de los despóticos soberanos del Imperio turco durante los siglos XIV y XIX.
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