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El gobierno se estrella, mientras el pueblo toma vuelo

  • Periódico Opción
  • 6 ene 2016
  • 3 Min. de lectura

¿Y los discursos rabiosos contra la peluconería, dónde quedaron señor Presidente?, se preguntan muchos sorprendidos ecuatorianos, al ver el cordial (rayando en cariñoso) apretón de manos de Rafael Correa con Jaime Nebot. Y no solo ese apretón es el que genera suspicacias cada vez más fuertes, y en algunos casos decididos gestos de indignación, en quienes hasta ahora, pese a la caída de la popularidad del Presidente, se han mantenido esperanzados en que el mandatario pronto demostrará que sí es un revolucionario. El apretón más grave y que seguramente explica aquel que ocurrió con el alcalde de Guayaquil, es el que se produce entre el gobierno y los empresarios, a quienes no solo que tendió la mano, sino que abrió las puertas de par en par, tendió la alfombra roja para invitarlos a pasar y hasta, casi casi, dobló la rodilla para pedirles invertir y ayuden a salvar los muebles de una economía cada vez más debilitada.


El proyecto de Ley Orgánica de Incentivos para Asociaciones Público-Privadas y la Inversión Extranjera, que la Asamblea tramita con el carácter de urgente, muestran esa nueva faceta del régimen, que es muy parecida a la que mostraron los siniestros gobiernos de la larga y oscura noche neoliberal: “abrir paso a la iniciativa privada”, dejar en sus manos el control de los sectores más importantes de la economía.



El debilitado Estado que dirige la denominada “revolución ciudadana”, parece hacerse a un lado para dejar que los tradicionales grupos de poder nacionales y extranjeros retomen el control. Un Estado que ya no dispone de los ingentes recursos que el petróleo y las condiciones económicas del entorno internacional daban para colocarse en el centro de la actividad productiva. La reducción en un casi 18% del monto del Presupuesto General del Estado, en relación al del período anterior, es la evidencia de que ese Estado ya no es el súperman que todo lo podía, el que daba al que pedía, siempre que se sometiera a la línea política impuesta por el gran líder. Ese Estado que en otros tiempos se daba el lujo de basurear (no por convicción ideológica, sino por populismo político) a organismos como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, hoy parece inclinarse ante ellos, como si le hubieran puesto criptonita en la sopa.


No, de superhéroe no tiene nada este desgastado proyecto político, mucho menos de revolucionario, que es una condición tan elevada, que jamás la alcanzaron a ver aquellos tecnócratas y hábiles propagandistas desde que llegaron a Carondelet. A lo único a lo que se han dedicado ahora es a tratar de salvar los muebles, para ver si recomponen de alguna forma el movimiento verdeflex y ganan, aunque sea con las justas (porque así son los procesos revolucionarios dirán) las elecciones del 2017.


Hay algo en lo que sí se han fortalecido; claro, ya con el respaldo de la derecha tradicional eso les resultará más fácil: en la criminalización de la lucha social, en la represión a los sectores populares. Incluso recurren a bajezas, como intentar matar la imagen pública de ciertos líderes de las izquierdas, usando propaganda negra.


Lo bueno es que esas organizaciones que Correa quiere muertas y enterradas, parecen estar más vitales que nunca. Organizaciones como Unidad Popular, que conquistó su registro electoral con lañ ñlista 2, se muestran renovadas y con grandes perspectivas de volverse determinantes en el campo de la batalla política nacional.


Lo bueno es que, tal como los helicópteros Drhuv, este proyecto autoritario, ya no despega. Y que, en cambio, las fuerzas de izquierda y las diversas organizaciones populares toman vuelo…


 
 
 

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