El Tin debe estar contento
- Unidad Popular Ecuador
- 8 sept 2015
- 2 Min. de lectura
Una vez sufrida la vergüenza nacional de oír leer al Tin Delgado, éste se presentó ante cámaras y micrófonos a decir que le gustaban los retos, y entendí que asumiría el reto de aprender a leer.
Esperaba que surgiera en cualquier momento y nos pegara en los dientes con la oratoria de un buen discurso, fluido y claro. No aspiraba a escuchar ninguna proeza intelectual, -no porque no esté en condiciones de hacerlo-, solo quería oírlo leer bien. Lo imaginaba como el segundo Demóstenes, aquel afamado jurista helénico que pudo superar el tartamudeo y convertirse en el mejor orador de la asamblea griega.
Estaba en esa expectativa cuando ¡Oooh!, aparece Antonio Ricaurte haciendo méritos por superar al Tin en las peripecias de la lectura.

La leída de Ricaurte fue un asesinato a la forma. A más de sumar mi condena a la intención de denigrar a una dama, el contenido de la lectura no me interesa; es más, creo que a nadie debería interesarle, a no ser que sea uno de esos moralistas mojigatos que por envidia o frustración creen de su deber juzgar las relaciones poliamorosas de la gente.
El tema de fondo es que Ricaurte pertenece a esa nueva camada de oportunistas promovido por la oligarquía, ha transitado en varias tiendas políticas, es abogado titulado en la Universidad Internacional Particular SEK acreditada entre las mejores del Ecuador, tiene estudios en Ciencias Políticas en Cuba, ex alcalde de Quito, en las elecciones del 2006 fue electo consejero provincial de Pichincha con la más alta votación, y después se convirtió en el concejal de Quito más votado. Con todo ese conjunto de éxitos no se dedicó a aprender a leer.
Pertenece a esos grupos de siempre que dicen saber y conocer de todo, pero que llegado el momento generan estos bochornos, como el que hizo cuando desempeñó la alcaldía y mandó medio millón de dólares al extranjero. Se presumió una evasión fiscal pero dijo que le había prestado la cuenta a un amigo, que la plata no era de él. El asunto quedo en el olvido. Después agredió a un veterano, no con palabras, lo hizo con las manos.
El tema es que Ricaurte es funcionario y los funcionarios deben ser competentes para enfrentar y resolver problemas y ha timado a sus electores haciéndoles creer que es capaz, apto; mas, resulta que no lo es. Ni siquiera puede leer. Es complicado imaginar como la universidad puede entregar títulos a estudiantes sin capacidad de dominio de la lectura, base para advertir el problema planteado en los enunciados escritos. Lectura comprensiva le llaman.
Sin querer, Ricaurte le ha hecho un gran beneficio al Tin Delgado, le ha dado armas, escudos y municiones para vigorizar su reto. Destrozará la patraña de que solo los negros y los pobres son malos lectores, entre los blancos y los ricos también hay “limitaditos” que leen horroroso, son mañosos y agreden a las mujeres y los ancianos.
El Tin Delgado debe sentirse contento.
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