¿No se dan cuenta?
- Milton Luna
- 17 ago 2015
- 2 Min. de lectura
Hasta hace poco asistir a una reunión académica en algún lugar de América Latina y expresar juicios críticos de Correa o de cualquier miembro de la Alba, era tomado como un sacrilegio.
Inmediatamente, te miraban mal, te tachaban de hereje y estabas listo para pasar por la inquisición del socialismo del siglo XXI.
Hoy, las cosas han cambiado. Recientemente, en un panel sobre educación, en un país gobernado por alguno de estos mesías, un dirigente sindical docente, feligrés de la cofradía de la santa alianza, se sorprendió negativamente al escuchar que la mayoría de sus contertulios (ninguno ecuatoriano), sin pelos en la lengua y sin la acostumbrada pleitesía en estos foros, sacaban al sol los cueros de los regímenes populistas, entre los que se contaba al de Ecuador.
Tales señalamientos críticos denunciaron la vocación extractivista de los gobiernos “progresistas”, la extrema acumulación de poder de los presidentes (as), el planificado ahogamiento de los medios independientes, la cooptación de dirigentes sociales, la fractura y amedrentamiento de las organizaciones sociales, el crecimiento de denuncias de corrupción, la reducción de los espacios democráticos y la criminalización de la protesta social.
A más de la sorpresa, la reacción del cófrade fue una andanada de clisés y lugares comunes en defensa de su “iglesia”. Así manifestó que los otros panelistas estaban equivocados, ya que no se percataban que las cosas habían cambiado radicalmente respecto al nefasto neoliberalismo. Hoy todo era felicidad. La pobreza se había reducido gracias a los revolucionarios bonos que se repartían como maná. Había más democracia y educación. Y si persistía algún problema, era producto de la conspiración de la derecha, de los poderes fácticos de siembre, de los medios de comunicación y de los golpistas, comandados por la CIA. ¡Hasta la victoria, siempre! le faltó decir.

Gran parte del auditorio informado se miraba con estupor y pena escuchando a este señor, que siendo un destacado dirigente, no sabía nada de los megacontratos mineros que casi todos los gobiernos habían suscrito; no conocía de la sumisión y endeudamiento agresivo de América Latina a la China. Sin embargo, algunos del público, conocían que este orador internacional sí sabía del enjuiciamiento por “terrorismo” a la ex presidenta de la UNE, de la expropiación a los maestros de sus fondos de cesantía, de la división al gremio docente, inédita en los últimos 60 años, de la despiadada persecución a los estudiantes del Central Técnico y del Mejía.
Muchos asistentes constataron, que el dirigente desde el púlpito repitió el dogma, y decidió ocultar con cinismo la realidad, seguramente inspirado por el pragmatismo político. La decepción crece dentro y fuera del país. El exitoso paro del 13 de agosto la reforzó. ¿No se dan cuenta?
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