La protesta popular va en ascenso, viene el paro del pueblo
- Unidad Popular Ecuador
- 15 jul 2015
- 4 Min. de lectura
Son cuatro semanas continuas de movilización popular en el Ecuador, en las que han participado decenas de miles de personas en todo el país. Habrá que hacer una valoración detenida de una serie de aspectos que se han presentado, como los rápidos cambios producidos en comportamiento político-social de los ecuatorianos. La población permaneció reprimida durante mucho tiempo, una larga inflexión en el movimiento social –con puntos de alzada manifiestos en acciones de protesta que no siempre prosperan como se esperaba y como debía ocurrir-, que dio campo de maniobra al Gobierno para hacer cuanto quiso y pudo, hasta que se produjo el desfogue, y como se podía prever, con fuerza.
La crisis es tan aguda que el escenario principal de la confrontación política está en las calles, ni siquiera la proximidad de la visita del jefe de la Iglesia católica, el papa Francisco, ha menguado la intensidad de la protesta. Eso pudo verse el día de ayer, 2 de julio, en las movilizaciones realizadas en varias ciudades del país, particularmente en Quito, en donde fueron miles los opositores al régimen que marcharon por el centro de la ciudad, convocados desde distintos centros de coordinación de las acciones de protesta. Trabajadores, pobladores de los barrios populares, jóvenes estudiantes, profesionales de la medicina fue el contingente principal en la marcha convocada por el Colectivo Nacional Unitario de Trabajadores, Indígenas y Organizaciones Sociales y Populares; sectores medios y populares también, en la organizada por personajes identificados con posiciones políticas de derecha. Cada uno actuó por separado, respondiendo a su propia planificación y estrategia, pero el grito “Fuera Correa, fuera” retumbó en una y otra manifestación.

Mientras tanto las fuerzas del Gobierno, compuestas principalmente por empleados públicos forzados en participar (cada institución del Estado tenía la obligación de movilizar 100 empleados) y por gente traída desde varias provincias se atrincheraron en la Plaza de la Independencia. Una nueva demostración de autoritarismo, prepotencia, de dispendio de recursos estatales se observó en la farra organizada, único mecanismo efectivo del Gobierno para agrupar y sostener a su gente.
El show gobiernista no solo contempló los artistas, luces y sonido metidos en la plaza; su componente principal fue el anuncio del día anterior hecho por el ministro José Serrano y por el mismo presidente Rafael Correa que ahora entraría en curso un intento de golpe de Estado. Calificar como risible ese anuncio es errado, se trata de una maniobra política cínica, explicable en mentes perversas como las de esos y otros personajes oscuros del Gobierno.
Hablar de intentos golpistas es recurrente en el discurso del Gobierno para victimizarse y cosechar compasiones. Pero ahora, sin prueba alguna, se atrevieron a dar nombres de los supuestos complotados, y hasta los mecanismos y “armas” a ser utilizados en el intento. Estas últimas sí risibles para semejante propósito. ¿Qué buscan con ese anuncio? Crear justificativos para una ola represiva, aunque ello sería como echar combustible al fuego; ganar “razón” para que las Fuerzas Armadas acepten un inconstitucional estado de emergencia; atemorizar a la ciudadanía para que no participe en las protestas. Todo eso y algo más: como siguiente parte del libreto, hablar de una supuesta vitalidad del Gobierno que pudo derrotar los intentos golpistas con el apoyo popular. Esto es, un mensaje para impedir que sus fuerzas se desgranen más, para desilusionar a sectores de la oposición y para consumo internacional, en donde aún creen que los ecuatorianos apoyan mayoritariamente al presidente.
Al menos, el propósito de neutralizar la movilización popular no lo lograron: la jornada de ayer fue masiva, combativa y tuvo el cuidado de no caer en la provocación tendida por el Gobierno. Es más, las manifestaciones aún no han llegado a su punto más alto, tienen todavía posibilidad de incorporar más gente, mientras el fenómeno en las filas gobiernistas es contrario: se resquebrajan y desmoralizan sus fuerzas, los conflictos internos se agudizan, el desplome de la imagen de Rafael Correa y de todo su proyecto político es irreversible. Los intentos gubernamentales por recuperar la iniciativa han fallado y sigue arrinconado.
Quienes han protestado durante estas semanas (y meses si tomamos en consideración el punto de partida que está en las iniciales convocatorias a las jornadas hechas por las centrales sindicales desde hace un año) no se cuentan por miles, sino por decenas de miles. El ascenso, magnitud y continuidad de estas protestas se asemejan a las manifestaciones que se produjeron previo a las caídas de los gobiernos de Bucaram, Mahuad y Gutiérrez, aunque no se trata de hacer una analogía mecánica, puesto que cada proceso político tiene particularidades. En los hechos, durante estas semanas se ha producido en la calles un plebiscito revocatorio al presidente de la República. El grito “Fuera Correa” es generalizado, es un sentimiento presente no solo en quienes protestan en las calles, sino también en quienes expresan su apoyo a esta lucha de manera silenciosa, inclusive en un sector de empleados estatales obligados en participar en los festivales del Gobierno por temor a perder su empleo.
La protesta aún no se agota, no solo porque la predisposición para luchar se mantiene en quienes han sido actores de estas jornadas, sino también porque hay formas de lucha que están por ejecutarse, como el paro del pueblo. El movimiento sindical y social en general no ha puesto aún en escena toda su fuerza; las distintas acciones desarrolladas hasta el momento han preparado las condiciones para ir a una lucha de esa índole. Ahora solo se espera que se defina la fecha.
Comments